Infertilidad inexplicada: cuando te dicen que todo está bien… y sigues sin embarazo
Pocas frases generan tanta confusión y dolor como escuchar que “todo está bien” cuando llevas meses o años intentando quedarte embarazada. Ese diagnóstico, llamado infertilidad inexplicada, parece científico, pero por dentro deja un vacío enorme: si todo está bien, ¿por qué sigo sin conseguirlo? ¿Qué está fallando? ¿Y si el problema soy yo? Estas preguntas se clavan en la mente y en el cuerpo, y el silencio médico que a veces las acompaña hace que muchas personas se sientan solas, desorientadas o incluso culpables.
Para entender qué significa realmente este diagnóstico, es importante saber que la infertilidad inexplicada no quiere decir que no haya una causa. Significa, simplemente, que con las pocas pruebas básicas que se realizan de rutina no se ha detectado nada evidente. Se miran las hormonas más básicas, una ecografía, una histerosalpingografía y un seminograma elemental. Si todo entra en rangos normales, la conclusión suele ser rápida: “no vemos nada raro”. Sin embargo, esto deja fuera la mayor parte de los factores que determinan la fertilidad real.
Aunque pueda sonar duro, muchas veces la infertilidad no es inexplicada: simplemente no ha sido explicada aún. Lo que ocurre es que nadie ha mirado donde realmente pasa la acción. No se analiza cómo ovulas, sino solo si ovulas. No se revisa la fase lútea, que es crucial para sostener un embarazo. No se valora la inflamación de bajo grado, ni el estado de la microbiota vaginal o intestinal, ni los niveles reales de estrés, ni la calidad de la implantación, ni la salud del tiroides o el metabolismo. Y, con demasiada frecuencia, tampoco se estudia a fondo al hombre, cuyo papel representa la mitad del proceso. Un seminograma básico puede salir “normal” incluso cuando existe una fragmentación del ADN espermático elevada o un nivel de estrés oxidativo que compromete la fertilidad.
Todo esto hace que la infertilidad inexplicada sea, en realidad, un diagnóstico incompleto. Y lo es también porque no tiene en cuenta la epigenética, que desempeña un papel esencial. Tu cuerpo, igual que el de tu pareja, está constantemente interpretando el entorno. Y cuando percibe estrés crónico, falta de descanso, turnos partidos, tóxicos ambientales, una alimentación pobre, inflamación intestinal o dolor emocional no resuelto, puede interpretar que no es un buen momento para concebir. Eso no aparece en una eco, ni en una analítica simple, ni en un seminograma básico. Pero tu cuerpo sí lo sabe, y los óvulos, el esperma y el endometrio lo sienten. Así pueden aparecer ovulaciones incompletas, fases lúteas cortas, endometrios menos receptivos o espermatozoides que llegan, pero no funcionan óptimamente.
En consulta, estas realidades se hacen evidentes una y otra vez. Mujeres con reglas dolorosas durante años a las que nunca nadie les explicó que eso podía ser un indicador de endometriosis leve. Pacientes que “estaban bien” según sus informes pero vivían con digestiones pesadas, infecciones vaginales recurrentes o inflamación crónica que jamás había sido evaluada. Hombres con seminogramas correctos en apariencia, pero con daños en el ADN espermático que explicaban perfectamente la ausencia de embarazo. Son historias que muestran que el problema no es la persona, sino el enfoque limitado del diagnóstico.
A nivel emocional, este tipo de etiqueta castiga profundamente. Muchas mujeres sienten que su cuerpo les falla sin razón. Muchos hombres creen que no tienen un papel relevante porque “su seminograma está bien”, cuando en realidad queda mucho por estudiar. Las parejas empiezan a vivir el sexo como una obligación, las conversaciones se tensan, la ilusión se desvanece y cada negativo se convierte en un nuevo duelo. Y en medio de todo esto, escuchar “relajaos” o “dadle tiempo” es casi una forma de invalidación.
Por eso es tan importante comprender que, si te han dicho que tienes infertilidad inexplicada, no eres un misterio médico. No eres un caso sin solución. No eres un expediente que nadie entiende. Eres una persona cuya salud reproductiva aún no se ha mirado con la profundidad necesaria. La fertilidad es un sistema complejo que responde a tu estilo de vida, a tus circunstancias, a tu entorno, a tu historia emocional, a tus hábitos y, por supuesto, a tu biología.
A medida que entiendes esto, cambia algo dentro de ti: el miedo deja de ser tan grande y empieza a aparecer la claridad. Comprendes que hay pruebas más completas, que el factor masculino merece atención detallada, que la epigenética importa, que la inflamación y la microbiota también cuentan y que tu cuerpo no está fallando, sino intentando adaptarse.
Por eso, si estás en este proceso, quiero que te quedes con esta idea: no eres inexplicada. No eres un caso vacío. Solo falta que alguien mire tu historia, tu cuerpo y tu vida con la profundidad que merecen. Y en ese camino, no estás sola, ni estás solo.
